Estudio de Mateo 16

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Capítulo 16
16.1 Los fariseos y saduceos eran líderes religiosos judíos de dos diferentes partidos y sus puntos de vista eran diametralmente opuestos en muchos aspectos. Los fariseos seguían con cuidado sus normas y tradiciones religiosas, creyendo que ese era el camino a Dios. También creían en la autoridad de todas las Escrituras y en la resurrección. Los saduceos sólo aceptaban los libros de Moisés como Escrituras y no creían en la vida después de la muerte. En Jesús, sin embargo, los dos grupos tenían un enemigo común y unieron fuerzas para darle muerte. Si desea mayor información ellos, véase la información en Mateo 3 y Marcos 2.
16.1 Los fariseos y saduceos demandaban señales en el cielo. Intentaban explicar los milagros de Jesús como experta manipulación, casualidad o uso de poderes malignos, pero creían que sólo Dios podría hacer señales en los cielos. Estaban seguros que esa sería una proeza que Jesús no podría realizar. A pesar de que Jesús pudo impresionarlos con facilidad, no quiso hacerlo. Sabía que ni un milagro en el cielo lograría convencerlos de que era el Mesías. Ya de antemano habían decidido no creer en Él.
16.4 En respuesta a la demanda de una señal del cielo, alguna acción milagrosa que probara su autoridad divina, Jesús respondió que no le será dada, sino la señal de Jonás. En Lucas 11.29–32, se dice que así como Jonás había sido señal de destrucción para la gente de Nínive si no se arrepentían, el Hijo del Hombre era señal a su generación. En Mateo 12.39, 40, la señal de Jonás se explica como referencia a los días y noches que Cristo pasó en la tumba. En Marcos 8.11–13, Jesús se niega a dar señal alguna (no se dará señal a esta generación).
16.4 Mucha gente, como estos líderes judíos, quieren ver un milagro para creer. Pero Jesús sabía que los milagros no los convencerían. Jesús había sanado, resucitado personas y alimentado a miles, y todavía demandaban que probara su identidad. ¿Duda usted de Jesús porque no ha visto un milagro? ¿Espera que Jesús le dé pruebas de su identidad para creer en Él? Jesús dice: “¡Bienaventurados los que no vieron, y creyeron!” (Juan 20.29). Tenemos registrados todos los milagros en el Antiguo y Nuevo Testamento, dos mil años de historia de la Iglesia y el testimonio de miles. Con toda esta evidencia, los que no creen son orgullosos o tercos. ¡Si usted da un simple paso de fe y cree, empezará a notar los milagros que tienen lugar en su propia vida!
16.12 La levadura se usa para hacer crecer la masa de pan. Con sólo una pequeña cantidad de la misma se leuda la totalidad de la masa. Jesús usó la levadura como ejemplo de cómo una pequeña cantidad de maldad puede afectar a una multitud. Las enseñanzas erróneas de los fariseos y saduceos desviaban a muchas personas. Tenga cuidado con decir: “¿Cómo puede esta falta insignificante afectar a alguien?”
16.13 Cesarea de Filipo se hallaba varios kilómetros al norte del Mar de Galilea, en el territorio gobernado por el tetrarca Felipe. La influencia de las culturas griega y romana se notaba por todas partes, y los templos e ídolos romanos abundaban por doquier. Cuando Felipe llegó al poder, reconstruyó y renombró la ciudad en honor del emperador (César) y él mismo. La ciudad primero se llamó Cesarea, como la capital del territorio de su hermano Herodes.

VIAJE A CESAREA DE FILIPO
Jesús dejó Magdala, cruzó el lago, y arribó a Betsaida. Allí sanó a un hombre que había nacido ciego. A continuación, Él y sus discípulos fueron a Cesarea de Filipo donde Pedro confesó que Jesús era el Mesías y el Hijo de Dios.
16.13–17 Los discípulos contestaron la pregunta de Jesús desde el punto de vista común de la gente: que Jesús era uno de los grandes profetas que había resucitado. Esta creencia pudo haber tenido su raíz en Deuteronomio 18.18, donde dice que Dios iba a levantar un profeta de entre la gente. (El perfil de Juan el Bautista se halla en Juan 1; el de Elías está en 1 Reyes 18 y el de Jeremías en Jeremías 1.) Pedro, sin embargo, confesó que Jesús era divino y el prometido y tan esperado Mesías. Si Jesús le hubiera hecho la misma pregunta, ¿qué hubiera usted respondido? ¿Es Él su Señor y Mesías?
16.18 La roca sobre la cual Jesús construiría su Iglesia pudiera ser una alusión a (1) Jesús mismo (su obra de salvación al morir por nosotros en la cruz); (2) a Pedro (el primer gran líder de la iglesia en Jerusalén); (3) la confesión de fe que Pedro hizo y que todos los verdaderos creyentes posteriores deberían hacer. Lo más probable es que la roca se refiera a Pedro como líder de la Iglesia (por su función y no necesariamente por su carácter). Así como Pedro había revelado la verdadera identidad de Cristo, Jesús revelaba la identidad y el rol de Pedro. Pedro más tarde recuerda a los cristianos que son la Iglesia construida sobre el fundamento de los apóstoles y profetas con Jesucristo como la piedra angular (1 Pedro 2.4–6). Todos los cristianos se unen en la Iglesia por la fe en Cristo Jesús como Salvador, tal como Pedro lo expresa aquí (véase también Efesios 2.20, 21). Jesús alabó a Pedro por su confesión de fe. Es fe, como la de Pedro, la que viene a ser el fundamento del Reino de Dios.
16.19 Este versículo ha sido motivo de discusión por siglos. Algunos dicen que las llaves significan la autoridad que se requiere para llevar a cabo la disciplina, la legislación y la administración en la Iglesia (18.15–18), mientras otros aseveran que las llaves dan la autoridad para anunciar el perdón de los pecados (Juan 20.23). Otros aún manifiestan que las llaves pueden entenderse como la oportunidad de traer gente al reino de los cielos por medio de la presentación del mensaje de salvación que se encuentra en la Palabra de Dios (Hechos 15.7–9). Los líderes religiosos pensaban que tenían las llaves del Reino e intentaron excluir a algunos. No podemos abrir o cerrar el reino de los cielos para otros, pero Dios nos usa para ayudarles a encontrar la puerta de entrada. Para todos los que creen en Cristo y obedecen sus palabras, las puertas del Reino están totalmente abiertas.
16.20 Jesús pidió a los discípulos que no dieran a conocer la confesión de Pedro, porque estos no habían entendido por completo el tipo de Mesías que era. Jesús no era un paladín militar, sino un siervo sufriente. Primero debían tener un pleno conocimiento de Jesús y de su misión como discípulos antes de darlo a conocer a otros en una manera que no originara una rebelión. Les iba a estar costando muchísimo trabajo entender la razón de su venida hasta que su misión terrenal terminara.
16.21 “Desde entonces” marca un punto decisivo. En 4.17 señala el anuncio de Jesús acerca del reino de los cielos. Aquí se refiere a su nuevo énfasis sobre su muerte y resurrección. Sin embargo, los discípulos no captaron el verdadero propósito de Jesús por causa de las ideas preconcebidas que tenían del Mesías. Esta es la primera de tres veces en que Jesús predijo su muerte (véase en 17.22, 23; 20.18 las restantes).
16.21–28 Este pasaje corresponde a las profecías de Daniel: el Mesías sería quitado (Daniel 9.26); vendría un período de crisis (9.27); y luego el Rey vendría en gloria (7.13, 14). Los discípulos enfrentarían el mismo sufrimiento de su Rey y, como Él, serían premiados al final.
16.22 Pedro, amigo de Jesús y seguidor devoto, el que acababa de proclamar en forma elocuente su identidad verdadera, procuró protegerlo del sufrimiento que profetizó. Pero si Jesús no hubiese sufrido y muerto, Pedro (y nosotros) hubiese muerto en sus pecados. Los que nos aman y buscan protegernos pueden presentarnos tentaciones grandes. Tenga cuidado con el consejo del amigo que le dice: “Te aseguro que Dios no quiere que hagas frente a esto”. Con frecuencia nuestras tentaciones más difíciles vienen de parte de aquellos que sólo procuran protegernos de dificultades.
16.23 El mismo mensaje que Jesús oyó en las tentaciones del desierto (que no tendría que morir, 4.6) las escucha ahora de Pedro. Este acababa de reconocer a Jesús como el Mesías; ahora, sin embargo, desecha la perspectiva de Dios y evalúa la situación desde el aspecto humano. Satanás siempre intenta que pongamos a Dios a un lado. Jesús reprendió a Pedro por esta actitud.
16.24 Cuando Jesús usó esta figura de sus seguidores, “tome su cruz, y sígame”, los discípulos sabían lo que significaba. La crucifixión era un método romano común de ejecución y los criminales condenados tenían que llevar su cruz por las calles rumbo al sitio donde cumplían su sentencia. Seguir a Jesús, por lo tanto, implica una entrega verdadera, con riesgo de muerte y sin posibilidad de retroceso (véase 10.39).
16.25 La posibilidad de perder la vida era muy real tanto para los discípulos como para Jesús. El discipulado verdadero implica compromiso real y arriesgar toda nuestra existencia a su servicio. Si uno trata de librar su vida física de la muerte, el dolor o la incomodidad, puede terminar arriesgando la vida eterna. Si nos protegemos del dolor, empezamos a morir en lo espiritual y emotivo. Nuestra vida se reenfoca en sí misma y perdemos nuestros propósito. En cambio, cuando damos nuestra vida en servicio a Cristo descubrimos el verdadero propósito de la vida.
16.26 Cuando no conocemos a Cristo, tomamos decisiones con la idea de que esta vida es todo lo que tenemos. En realidad, esta vida es sólo la introducción a la eternidad. La forma cómo vivimos este breve lapso, no obstante, determina nuestro estado eterno. Lo que acumulemos en la tierra no vale en la obtención de la vida eterna. Aun los honores sociales o cívicos más elevados no pueden hacernos ganar la vida eterna. Evalúe todo lo que sucede desde una perspectiva eterna.
16.27 Jesús tiene poder para juzgar toda la tierra (Romanos 14.9–11; Filipenses 2.9–11). No obstante de que su juicio ya está manifestándose en nuestra vida, habrá un juicio final cuando Cristo vuelva (25.31–46) y la vida de cada uno será examinada y evaluada. Esto no se confinará a los incrédulos: los cristianos también serán juzgados. Su destino eterno es seguro, pero Jesús analizará la forma como se emplearon los dones, oportunidades y responsabilidades, a fin de determinar recompensas celestiales. En el juicio, Dios salvará a los rectos y condenará a los que no lo son. No debiéramos poner en tela de juicio la salvación de otros; eso le corresponde a Dios.
16.28 Tomando en cuenta que todos los discípulos murieron antes del regreso de Cristo, muchos creen que las palabras de Jesús aquí se cumplieron en la transfiguración cuando Pedro, Santiago y Juan vieron su gloria (17.1–3). Otros manifiestan que se refiere al Pentecostés (Hechos 2) y al comienzo de la Iglesia. En uno y otro caso, ciertos discípulos fueron testigos del poder y la gloria del reino de Cristo.