Santiago Capítulo 2 — Explicación
2:1–26 PRUEBA POR MEDIO DE LA GENEROSIDAD
El versículo
anterior hizo de la generosidad un tema a tratar y de ese modo ha llevado al
lector al primer tema principal de la carta, el llamado a la generosidad y a
cómo ella prueba la realidad de la fe. Santiago trata este tema en dos partes.
Cada una es probablemente el resumen de un solo sermón, ya que ambas siguen el
patrón del tipo de sermones que se predicaban en las sinagogas.
2:1–13 Parcialidad y amor
El primer
sermón trata de la generosidad en la conducta. Santiago argumenta que, si la
conducta de una persona demuestra parcialidad, entonces se trata de alguien que
está viviendo más como los perseguidores de la iglesia que como Jesús. Después
de establecer el principio, desarrolla el tema por medio de una argumentación
teológica y dos citas bíblicas antes de llegar a la conclusión.
2:1 Principio. Santiago comienza su sermón
haciendo notar que Jesús es nuestro glorioso Señor. El reclamo de
compromiso a una persona tal (“fe en” él sería una traducción más literal, como
DHH, “ustedes que … creen en”) es incompatible con la parcialidad. Dios mismo
es totalmente imparcial (Deut. 10:17; Gál. 2:6). La consagración a aquél que
encarnó perfectamente a tal Dios y ahora es el glorioso Señor resucitado es,
pues, incompatible con cualquier tipo de favoritismo.
2:2–4. Un ejemplo. Santiago continúa dando un
ejemplo de lo que quiere decir. Comparando el cuadro de Santiago de las
diferencias en el vestir y la postura con fuentes judías, descubrimos que la
escena es la de un tribunal eclesiástico (como en 1 Cor. 6:1).
El cuadro es el de dos creyentes que tienen una disputa. Uno es rico.
Santiago no lo llama “rico”, porque usa este término sólo para los incrédulos,
pero hace notar que usa un anillo de oro y ropa lujosa (lit.
“refulgente”, que significa “blanqueada” , un tipo de tela muy fina). El otro
es pobre. Llega con vestido sucio. Es todo lo que tiene para usar en su
trabajo y para dormir, y está gastado y enlodado. Al rico se le ofrece un
asiento, mientras que al pobre se le dice que se quede de pie o quizá que se
siente en el suelo.
Aun antes de que comience el proceso, cualquiera podría ver que no es un
juicio justo. La ley judía exigía que ambas partes se sentaran en un mismo
nivel o estuvieran de pie. También exigía que si uno fuera rico y el otro no,
el primero o tendría que vestir al pobre tal como él se vestía, o tendría que
llevar ropa como la del pobre. Si la iglesia aceptaba y reaccionaba a las
diferencias económicas entre estos dos hombres, estaría mostrando favoritismo.
Lo más grave es que se convertirían en jueces con malos criterios. La
iglesia que declara que el glorioso Señor Jesucristo es el Señor ¡se
transformaría en un juez parcial e injusto!
2:5–7 Argumentación teológica. Santiago comienza su análisis
sobre ese favoritismo para con los ricos haciendo referencia a las mismas
palabras de Jesús. Dice que Dios ha elegido a los pobres pa ra que hereden el
reino. Esto proviene del Sermón de la llanura (Luc. 6:20). Dios muestra un
interés especial en los pobres en el AT (p. ej. Deut. 15; Sal. 35:10; Prov.
19:17) y Jesús los hace el centro de la proclamación del evangelio (Luc. 4:18).
Santiago deja en claro que el pobre de quien está hablando es el pobre en el
sentido económico, porque sólo son pobres a los ojos del mundo. Delante
de Dios, son ricos en fe. Por lo tanto, no todos los pobres son
incluidos en la bendición porque no han sido escogidos para la salvación, o sea
que no son herederos del reino, sino que se abarca sólo a los que le aman.
La ironía está en que la iglesia estaría juzgando como lo hace el mundo y no
como lo hace Dios. No ha logrado ver que el hombre de vestidos sucios es de
hecho rico a los ojos de Dios y que con sus acciones ha afrentado al pobre,
es decir ha insultado a los mismos que Dios ha escogido como herederos.
Al afrontar al pobre la iglesia ha favorecido a los ricos. Pero los
opresores de la iglesia son los ricos que están fuera de ella. Esto retoma el
tema del AT sobre los ricos que oprimen a los pobres (Jer. 7:6; 22:3; Amós 4:1;
8:4) que es precisamente lo que estaba ocurriendo en los tiempos de Santiago.
Aun más, los ricos arrastraban a los cristianos a los tribunales, sabiendo que
los tribunales seculares les serían favorables porque a nadie le agradaban los
cristianos. Para añadir ofensa tras ofensa, blasfeman ellos el buen nombre
que les había sido dado en el bautismo. Quizá esto es una referencia a có mo
era posible que se burlaran de ellos en el tribunal diciéndoles que eran algún
“seguidor de ese maldito galileo” y que por eso carecían del derecho. Esos eran
los ricos. Sin embargo, los cristianos se es taban volviendo como ellos cuando
discriminaban a los pobres en sus propias reuniones. Los cristianos habían
llegado a ser perseguidores.
2:8–11 Argumento bíblico. El argumento bíblico aparece
en dos partes. En primer lugar, Santiago cita la ley real. Se refiere a
Lev. 19:18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Pero, ¿por qué ésta es una
ley real? Mientras que algunos creen que es porque esta ley es el principio que
resume todos los deberes hacia el prójimo (Mar. 12:31), lo más probable es que
la expresión se refiera a que fue el re sumen de todas las leyes de acuerdo con
las palabras de Jesús y por lo tanto era la ley del Rey. Después de todo, el
término “ley” y no “mandamiento” (que cuadraría mejor si se tratara de un
simple manda miento en resumen) es el que se usa y el reino se menciona en 2:6.
Por lo tanto, es la ley del Rey (el AT reinterpretado por Jesús) lo que se
guarda o se quebranta. Uno de veras “hace bien” al no quebrantar ese
mandamiento.
Sin embargo, el favoritismo ciertamente no es el amar al prójimo como a
uno mismo. De hecho, tal actitud no demuestra nada de amor al prójimo. Por lo
tanto, mostrar favoritismo o parcialidad es quebrantar la ley del reino y
enfrentarse a Cristo como un quebrantador de la ley. Ciertamente, se trata de
una situación seria.
“Pero”, podría responder el lector, “la parcialidad no debería verse
como un pecado tan serio. ¿No he guardado tantos otros de los demás
mandamientos de Jesús?” Santiago hace notar que quebrantar sólo una ley hace
que una persona sea considerada criminal. Como ejemplo, menciona una segunda
cita del AT, Exo. 20:13, 14 (Deut. 5:17, 18), mencionando deliberadamente
primero el adulterio y después el homicidio. Imaginemos a una persona que es
perfectamente fiel a su esposa, pero que ha cometido un asesinato. Ese hombre
es un criminal, aun cuando sólo ha quebrantado un mandamiento. El mismo Dios
dio ambos mandatos. La elección de uno de los mandamientos a ilustrar es
deliberada. Al mostrar favoritismo a los ricos y negar justicia al pobre, la
iglesia puede privarle al pobre de su medio de vida, lo que equivale a matarle.
Ese puede ser también el modo en que los ricos matan a los justos pobres según
5:4–6. En el AT el castigo, tanto para el asesinato como para el adulterio, era
la muerte. La ejecución es tan severa sea que uno sea llevado a la muerte por
un crimen o por muchos.
2:12, 13 Llamado final. Por lo tanto, uno debiera
hablar y actuar como una persona que va a ser juzgada por la ley de la
libertad. Toda la conducta de una persona está incluida en su actuar y hablar.
No hay as pecto de la vida que escape al juicio. La norma será la ley del
reino, que es el AT interpretado por Jesús y la propia enseñanza de éste. (En
este tiempo de Santiago el NT aún no había sido es crito.) Esta no es una norma
pesada, sino una ley que nos libera para servir a Dios. Sin embargo, en su
enseñanza Jesús deja en claro que la libertad no es la licencia para hacer lo
que se nos ocurra. Todos estaremos de pie delante de él y responderemos por
nuestra obediencia o falta de ella (Mat. 7:15–23; Luc. 6:43–45).
La sección se cierra con dos proverbios que sirven de puente para la
siguiente y quizá provienen del mismo Jesús: Habrá juicio sin misericordia
contra aquel que no hace misericordia y ¡La misericordia se gloría
triunfante sobre el juicio! El AT enseña claramente que Dios es un Dios de
misericordia (Deut. 4:31) y que él manda a su pueblo que actúe de la misma
manera (Miq. 6:8; Zac. 7:9). Jesús dijo: “Bienaventurados los misericordiosos
porque ellos recibirán misericordia” (Mat. 5:7). También dijo: “Con el juicio
con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá”
(Mat. 7:2). Por lo tanto, al no ser justos con los pobres estaban amontonando
un juicio estricto sobre sí mismos. No estaban mostrando misericordia en la
esfera terrenal y por lo tanto no recibirán misericordia en la celestial. Jesús
también señaló que la misericordia triunfa sobre el juicio (Mat. 6:14, 15;
18:21–35). Al mostrar misericordia a otros ahora (lo que significa exhibir el
carácter de Dios) ellos descubrirán que su propio juicio ha si do reducido. Su
causa no es desesperada, ni hay necesidad alguna de incrementar el propio
juicio.
2:14–26 Generosidad y fe
El versículo
anterior ha aparecido como un puente en la argumentación, porque el término “misericordia”
está relacionado con el de dar a los necesitados. Una forma de misericordia es
la de dar con caridad. Por lo tanto, si uno no ha de discriminar al pobre,
surge la cuestión de cómo se le debe tratar. La respuesta es que con
misericordia, o sea dando con caridad. Esta idea introduce otro sermón sobre la
relación de las obras, especialmente los actos de caridad o generosidad, con la
fe.
2:14 Principio. Santiago establece muy
sencillamente el principio: si alguno dice que tiene fe y no tiene obras,
¿de qué sirve? En otras palabras, si una persona declara que cree en todas
las doctrinas correctas, pero su vida no muestra una obediencia a Cristo, ¿qué
valor tiene ese tipo de fe? La respuesta que se implica en la pregunta es: “¡No
sirve para nada!”
Suponiendo que hayamos perdido el punto, Santiago añade la pregunta: ¿Puede
acaso su fe salvarle? En gr. la forma en que se plantea una pregunta
implica la respuesta esperada. En este caso, el autor espera claramente que se
le diga que no puede salvarle.
2:15-17 Un ejemplo. Santiago agrega un ejemplo
para que quede claro de qué está hablando. Traza un cuadro de un hermano
cristiano que está en verdadera necesidad. No se trata de que no tenga ro pas
finas, sino de que no tiene la ropa necesaria para calentarse o estar decente.
No se trata de que no tiene comida para el resto de la semana, sino de que no
tenga qué comer hoy. ¿Qué hace su hermano cristiano? El o ella dice una
oración. La expresión Id en paz implica una palabra de bendición
específica. Calentaos y saciaos hace que esta bendición sea específica.
Es piadosa. Está llena de fe; Dios proveerá. Es muy religiosa. Es teológicamen
te correcta. Lo que falta es el ir al guardarropas y la cocina y tomar de la
propia ropa y comida y compartirla con el hermano que está en desgracia. Sobre
esa base Santiago dice que esa oración es completamente inútil. Y termina
señalando que todas las formas de fe que no son acompañadas por la acción
también lo son. Podemos creer que Jesucristo es el Señor, pero si no le obedecemos
esa fe es sólo un montón de palabras vacías. Podemos creer que Dios ama a los
pobres, pero si no tenemos cuidado de ellos, nuestra fe está muerta.
2:18, 19 Argumentación teológica. Un ejemplo
tan categórico como el que ha planteado exige ser defendido. Es lo que hace
ahora Santiago. Escribe como si una persona imaginaria argumentara con él. Este
opositor trata sobre la fe y las obras como si fueran dos dones distintos de
Dios. Tú tienes [el don de la fe] fe y yo tengo [el don de las] obras.
Santiago responde que la fe que no se ve externamente a través de los
hechos de una persona es lo mismo como no tener fe. No puede verse ni
experimentarse. Es puramente un objeto de la imaginación. Santiago dice que,
por lo contrario, él demostrará su compromiso con Cristo, o sea su fe, por
medio de sus hechos.
Entonces se imagina que el opositor protesta: “Yo creo que Dios es uno.”
Este era el credo básico del judaísmo, de acuerdo con Deut. 6:4, 5, recitado
dos veces por día por cada judío piadoso. Se dice que es la fe que descubrió
Abraham. Y también es la base del cristianismo (Mar. 12:28–34; Rom. 3:30;
implícito también en el discurso de Pablo en Hech. 17:22–31). Seguramente tal
credo ortodoxo es suficiente. De ninguna manera, responde Santiago, por que los
mismos demonios también creen eso. Las huestes de Satanás son totalmente
ortodoxas, creyendo plenamente la verdad; de hecho, en los Evangelios dan una
confesión más completa de Cristo que los apóstoles (p. ej. Mar. 1:24; 5:7). Y a
diferencia de la persona que declara creer sin mostrar sus hechos externos,
ellos actúan en forma coherente con lo que creen, pues tiemblan. Tiemblan
porque están rebelados contra Dios y saben que van al infierno. Quizá, Santiago
implica, aquellos que pretenden tener fe sin hechos también deberían estar
temblando.
2:20–25 Argumentación bíblica. Ahora Santiago ofrece dar una
prueba bíblica de lo que ha estado argumentando. Usa un lenguaje fuerte como el
de Jesús (Mat. 23:17) o de Pablo (Gál. 3:1), que era típico en los debates de
ese tiempo. La evidencia que él presenta es la de Abraham y la historia de Gén.
22:1–19. Abraham fue justificado según Gén. 22:12, cuando Dios dijo:
“Ahora conozco que temes a Dios.” Esto surgió del hecho de estar dispuesto a
ofrecer a Isaac. En otras palabras, la decisión de Abraham de seguir a Dios y
poner su confianza en él era tan firme que, cuando se enfrentó con la mayor de
las pruebas, siguió adelante y obedeció con decisión, cualquiera que fuese el
precio.
Sin embargo, este texto tiene aun más contenido. Por las obras
está en plural, pues no dice “obra”. El autor no está pensando en un acto de
Abraham. A los ojos judíos la ofrenda de Isaac era el fin de una larga serie de
obediencia que comenzó en Gén. 12:1. La pregunta de ellos era: ¿Por qué Dios
ordenó la ofrenda de Isaac y luego no hizo que Abra ham la concretara? Su
respuesta era que, dado que Abraham había sido obediente tantas veces antes,
incluyendo, según las historias, el haberse destacado en su cuidado por los
pobres, Dios recompensó justamente sus obras de Gén. 22 preservando a Isaac. La
liberación de Isaac no llegó después de un sólo hecho, sino después de una vida
de obediencia.
Luego Santiago observa que la fe y las acciones (hechos u obras) no
pueden ser separadas. La fe que está sólo en la mente no está aún completa.
Llega a estarlo cuando se convierte en una decisión de la voluntad y se pone en
acción. Pablo y Santiago concuerdan en esto. Pablo está en contra de las
“obras” en Rom. 4 y Gál. 3–4, pero las obras a las cuales se opone son “las
obras de la ley”, que son los rituales como, p. ej. la circuncisión, reglas
dietéticas y el guardar el sábado, las cuales diferenciaban a un judío de un no
judío. La gente no tenía que convertirse en judía para estar en buena relación
con Dios. Sin embargo, cuando se trata de obras de justicia, Pablo no cree que
uno irá al cielo sin ellas, como lo señala en 1 Cor. 6:9, 10 y Gál. 5:19–21. Es
así porque para Pablo la fe no es una mera creencia en doctrinas ortodoxas,
como lo era para el imaginario opositor de Santiago, sino el compromiso con
Cristo. Y el compromiso siempre hace algo: obedece. Eso es exactamente lo que
está diciendo Santiago aquí; que la fe llega a ser verdadera o completa cuando
se une a la obediencia a Cristo.
Luego Santiago cita Gén. 15:6 y ve que es cumplido en Gén. 22. En Rom.
4:3 y Gál. 3:6, Pablo también cita Gén. 15:6, pero su interés está en señalar
que Dios hizo esta afirmación antes de que Abraham fuese circuncidado.
Santiago quiere que sepamos que las acciones posteriores de Abraham
mostraban que la declaración de Dios como justo era exacta. Ciertamente,
Abraham vivió su fe y era realmente justo. A esto Santiago agrega una
paráfrasis de 2 Crón. 20:7 o de Isa. 41:8, en cuanto a que Abraham era amigo
de Dios. Los amigos deben estar de acuerdo entre sí y, al obedecer a Dios
durante toda su vida, Abraham mostró que era un amigo verdadero, alguien que
vivía en armonía con Dios.
Por lo tanto, un hombre es justificado por las obras y no solamente
por la fe. Pablo usa el término “justificado” cuando se refiere al hecho de
que Dios declara que un pecador ha sido absuelto. Este fue un nuevo significado
para ese término. Santiago usa la palabra en el sentido original (el que se
encuentra en la versión gr. del AT), o sea que una persona es declarada justa.
Arguye que esta declaración no se debe a lo que no se ve en el corazón de una
persona, sino por lo que se ve en sus acciones personales.
Ahora Santiago pasa a un segundo pasaje bíblico, la historia de Rajab en
Josué 2. Esta prostituta había oído acerca de los actos de Dios y creyó en
ellos en su corazón. Pero eso no bastó para salvarle. Bien puede ser que otras
personas de Jericó creían las mismas cosas. Rajab, sin embargo, realizó obras
en base a lo que creía al proteger a los espías hebreos. Debido a su fe
transformada en acción, fue librada del castigo. A los ojos judíos ella era
considerada la madre de todos los que se volvieron al judaísmo desde el
paganismo, el primer ejemplo de un convertido.
2:26 Llamado final. El resumen de Santiago es corto y claro. La fe
sin obras (o acciones) es como un cadáver, un cuerpo sin espíritu o aliento. Se
convierte en algo muerto, inútil, adecuado sólo pa ra ser enterrado. Una fe de
ese tipo no salvará a nadie. La verdadera fe salvadora es la que culmina en
obras o actos de obediencia a Dios.