Santiago Capítulo 4 — Explicación
4:1–10 La fuente del mal y su cura
El propósito
del análisis de Santiago sobre la lengua y la sabiduría aparece en la sección
siguiente. Había disputas en la comunidad cristiana a la que escribía Santiago.
Cada cual quería su propio camino y su propia ventaja. El autor deja en claro
que estas luchas no son algo que provenga de Dios y apela a los que están
envueltos en ellas a que se arrepientan y sean perdonados.
Santiago pinta un cuadro de la iglesia tal como la ve: guerras, pleitos,
combates, muerte y envidia. La mención de la muerte probablemente se refiera
más a “matar” con palabras que a un asesinato literal, pero todo el cuadro es
familiar a cualquiera que conozca la iglesia actual. Todas estas luchas y
combates ciertamente eran justificados por los que estaban envueltos en ellos,
quizá como una forma de “luchar por la verdad”. Pero Santiago escribe sobre
ellos tal como son a los ojos de Dios. Traza el origen de estos conflictos, no
al amor para con Dios de parte de sus lectores, sino a vuestras mismas pasiones
(DHH, “malos deseos”), el impulso malo que ya se ha estudiando en 1:14, 15.
Todo lo que puedan argumentar es inútil: no tienen lo que quieren porque
no piden. “¡Pero nosotros sí pedimos, sí oramos!”, puede ser la reacción. “Sí,
obran, pero no de manera efectiva, porque tienen móviles equivocados.” No están
buscando la voluntad o la sabiduría de Dios, sino su propia voluntad: “Dios
bendiga mis planes.” Su motivo está en sus deseos o placeres. La meta de
Dios no es dar a los seres humanos lo que reclaman sus impulsos; su meta es que
los seres humanos aprendan a amar lo que él ama. No es que Dios no quiere que
las personas tengan placer, sino que quiere entrenarlas en lo que él sabe que
es realmente bueno. Como ocurrió con Cristo, la crucifixión viene antes de la
resurrección para el pueblo de Dios (Gál. 5:24).
Al afirmar su confianza en Dios y, sin embargo, seguir viviendo de
acuerdo con los propios deseos, esta gente es adúltera. El término lit. es en
femenino, no porque fueran todas mujeres, sino porque piensa en la iglesia como
la novia de Cristo (2 Cor. 11:2; Apoc. 19; 21) como Israel era la novia de Dios
(Isa. 1:21; Jer. 3; Ose. 1–3). Ir tras otro amante es ser infiel a Dios, de
modo que la amistad con el mundo es enemistad con Dios (cf. Mat.
6:24; 1 Jn. 3:15). No es que sea difícil o penoso servir tanto a Dios como al
mundo, o sea los deseos o el mundo; es imposible. La persona que trata de
llegar a ser amigo del mundo de hecho es enemigo de Dios. Puede
ser un enemigo con doctrina ortodoxa y fiel asistente al templo, pero sigue
siendo un enemigo.
En este punto, Santiago cita las Escrituras, pero no se sabe a qué
corresponde este dicho. Debe estar citando el sentido bíblico en general o
algún libro que se ha perdido. La traducción que dice:El Espíritu que él
hizo morar en nosotros nos anhela celosamente parece referirse al espíritu
humano y su tendencia a la envidia. Aunque sea bien cierto, no se adecua al
contexto. Una traducción mejor podría ser: “El anhela celosamente al Espíritu
que hizo morar en nosotros” (ver la nota de la RVA). Eso significa que Dios da su
espíritu a cada persona. Anhela celosamente que se le retribuya con un amor
puro (cf. Exo. 20:5, 6). La Escritura no habla en vacío sobre este celo
de Dios, como lo comprobó dolorosamente Israel por su experiencia cuando trató
de servir a la vez a Dios y a Baal.
El argumento de Santiago puede llevar a la gente a la desesperación
debido a su pecado. Sin embargo, Santiago reclama que Dios ofrece mayor
gracia que condenación al creyente que se arrepiente. Pa ra respaldar esto
cita Prov. 3:34, citado también en 1 Ped. 5:5: Dios da gracia a los humildes, o
sea a los que se arrepienten.
Luego Santiago nos muestra cómo se ve la humildad. Someteos, pues, a
Dios: Lo más importante del arrepentimiento es dejar lo que estaba haciendo
y comenzar a obedecer a Dios. Resistid al diablo: El diablo es la fuente
final de la prueba o tentación (Mat. 4:1–11; Mar. 8:28–34; Luc. 22:32; Juan
13:2, 27) y negarse a escuchar el llamado del deseo es resistirle. Cuando se le
resiste, huye; puede amenazar con el desastre, pero es una mentira. Sólo tiene
poder si se cree en él. Acercaos a Dios: Esto suena como Mal 3:7 y Zac.
1:3. El cuadro es el de una persona que se acerca a ofrecer sacrificio en el
templo y se aproxima a Dios en la ceremonia. Limpiad vuestras manos:
Este es otro cuadro del AT (Exo. 3:19–21) que ilustra la remoción de las
prácticas pecaminosas. Purificad vuestros corazones: La purificación es
mencionada en el AT (Exo. 19:10), pero aquí se trata de la edificación de un
corazón puro. El de doble ánimo es el que trata de servir tanto a Dios
como al mundo (ver 1:8). Purificar el corazón es ser dedicado sólo a Dios.
Estas acciones deben ir acompañadas por el lamento del propio estado de pecado.
El arrepentimiento consiste en el dolor por el pecado más un abandono del mismo
y, cuando es posible, la restitución del daño causado por el propio pecado.
Finalmente, Santiago incluye promesas dentro de su lla mado al arrepentimiento.
El se acercará a vosotros, él os exaltará. Dios no dejará al corazón
humilde en el llanto. Aceptará el arrepentimiento y responderá con su amor,
levantando del dolor al calor de su amor.
4:11, 12 Apelación final
Habiendo
llamado al arrepentimiento, Stg. termina esta sección sobre la lengua y la
armonía de la comunidad con otro llamado. Los cristianos no deben hablar mal
los unos de los otros. Debe quedar claro que no se refiere a mencionar
cosas malas, porque eso no es lo que implica el término gr. Pablo estaría de
acuerdo (2 Cor. 12:20) como también Pedro (1 Ped. 2:12; 3:16).
Stg. dice que esa crítica es un juicio contra la ley. ¿Cómo es así? Lev.
19:18, citado por Jesús en Mar. 12:32 y expandido en Mat. 7:12, declara que se
debe amar al prójimo como a uno mismo. Cuando se critica, se está muy lejos de
amar. Sin embargo, para Santiago es aun más importante que al criticar a otro,
la persona se pone a sí misma como juez. El juez se sienta sobre la ley, no debajo
de ella. Ade más, sólo Dios tiene el derecho de juzgar (Sal. 75:6, 7; Juan
5:22, 23), de modo que la persona que critica a su hermano de hecho está
haciendo a Dios a un lado y tomando el papel de juez que Dios puede ejercer.
¿Cómo se puede dejar de esperar que se recibirá en retribución el juicio de
Dios?
4:13–5:6 PRUEBA POR MEDIO DE LA RIQUEZA
Habiendo
terminado el tema de la lengua, Stg. pasa a su último punto: la prueba que
llega a través de la riqueza. Los que tienen riqueza tienen una responsabilidad;
pueden creer que sólo están tomando decisiones de negocios, pero de hecho están
siendo probados por Dios. Los que fracasan en la prueba recibirán las
consecuencias. Stg. presenta este tema en dos secciones, ambas introducidas con
un “¡Vamos ahora!” (DHH, “Oigan esto ustedes”). La primera trata de los
cristianos, miembros de la iglesia, que están fallando en la prueba. La segunda
trata de los ricos no cristianos, cuyo fracaso es más extremo y más serio.
4:13–17 La prueba de los ricos
El primer
grupo al que se dirige consiste en los cristianos más ricos. Como es usual,
Santiago evita cuidadosamente llamarlos “ricos”, pero es obvio que tienen
algunas posesiones, ya que se ocupan en el negocio internacional. Sus planes
son normales: viajar a una determinada ciudad, vender los produc tos que han
llevado y quizá comprar otros y hacer dinero. ¿Acaso no se hacen así los
negocios?
La crítica de Santiago es que de hecho están ocupándose de negocios
exactamente como hacen otros negociantes. Como cristianos, deben tener
conciencia siempre no sólo de la incertidumbre del futuro, sino también de
quien lo controla. Si bien el cuadro de la brevedad de la vida es extraído del
AT (e.g. Job 7:7, 9; Sal. 39:5, 6), la idea de la necedad de planear sin tener
en cuenta los valores divinos es enseñanza de Jesús en Luc. 12:16–21. El punto
de Santiago no es simplemente que deben comenzar todos sus planes con un: Si
el Señor quiere. Eso podría ser simplemente cumplir de palabra. Al
contrario, quiere que busquen el plan de Dios y sigan la voluntad de Dios en su
uso del dinero. Esto aparece en su comentario: os jactáis en vuestra
soberbia. ¿Qué tipo de orgullo es éste? 1 Jn. 2:16 usa el mismo término
para hablar de “la soberbia de la vida”. Estaban haciendo planes que no eran
los de Dios, pretendiendo tener una capacidad de controlar la vida que no
tenían y jactándose de sus buenas acciones. Era nada más ni nada menos que amor
al mundo.
Un proverbio de una línea pone las cosas en su punto. Estas personas
estaban en la iglesia y ciertamente sabían hacer lo bueno. ¿Por qué no
consultar a Dios y preguntarle qué se debía hacer con el dinero? Quizá no lo
hacían por temor de que Dios les pidiera que lo compartieran con otros. No
hacían ese bien, de modo que estaban pecando. Sus manos no estaban manchadas
por robo, inmoralidad o crimen. Eran comerciantes honestos, pero su pecado era
tan grave como dejar de hacer el bien que podían que equivale a hacer malas
acciones. En cualquier caso, la enseñanza de Dios no puede ser ignorada.